EL DECAPITADO Y LA SOMBRA DEL BACÁ DE SUNA
(CAPÍTULO DEL CUENTO EL BACÁ DE SUNA)
La madrugada después del día de las elecciones donde se decidía en todo el país quienes asumirían como alcaldes en los ayuntamientos en el territorio nacional, y donde los bateyeros en masa asistieron a los colegios electorales del municipio para decidir sus autoridades y futuro político, marcó un giro en la historia del Batey. Aunque un bando había ganado las elecciones y celebraba con alegría, también había desconfianza.
La jornada pre elecciones había sido tensa, con enfrentamientos entre grupos rivales, y las viejas heridas de antaño aún no sanaban.
De repente, algo inesperado interrumpió esa aparente calma que hasta el momento transcurría pasado el cierre de las votaciones.
En la madrugada encontraron el cuerpo decapitado de Joaquín, un activista político muy conocido en el pueblo.
Joaquín había sido una figura respetada por muchos, pero también era odiado y tenía el rechazo de otros, debido a sus posturas radicales sobre el futuro de los bateyeros y su férrea lucha en favor del desarrollo del Batey, de su gente, además de sus constantes posiciones a la cuestionada administración de los recursos del ayuntamiento.
La noticia de su muerte se difundió rápidamente, y comenzaron a circular varias versiones sobre lo ocurrido.
Al amanecer, las primeras noticias sobre la muerte de Joaquín comenzaron a llegar, seguidas de versiones cada vez más divididas.
En principio, se pensó que el asesinato podía haber sido obra de delincuentes comunes o una venganza personal. Sin embargo, la brutalidad del crimen y la falta de pruebas claras hicieron que surgieran otras teorías. Pronto, muchos empezaron a hablar de una figura mítica: el Bacá de Suna.
No todos compartían esa opinión. Para muchos, el Bacá de Suna era solo una superstición, una leyenda utilizada por los políticos contrarios para distraer a la gente de los problemas reales y de la verdad del trágico suceso.
Los seguidores de la facción de Joaquín aseguraban que su muerte no tenía nada que ver con lo sobrenatural relativo al mito del Bacá de Suna, más bien que era el resultado de una lucha política que se había intensificado durante las elecciones
.
La noche de las elecciones fue especialmente tensa. Existían diferencias partidistas o ideológicas, y también personales, ya que cada facción quería controlar los recursos y el poder que traía consigo la designación de autoridades municipales. Lo que parecía una disputa política terminó creando un ambiente lleno de resentimiento, amenazas y acusaciones.
Para muchos, la decapitación de Joaquín era un mensaje de esa fuerza siniestra que aún se movía en las sombras de la casa de Suna. Sin embargo, otros rechazaron esta versión.
Las rivalidades entre los diferentes grupos de bateyeros, que durante meses habían estado compitiendo por el control de las autoridades locales y las futuras representaciones municipales habían llegado a un punto crítico.
El odio, los señalamientos personales entre bandos, y sobre todo el deseo enorme de tener en sus manos los recursos asignados al ayuntamiento habían llevado al quiebre de cualquier entendimiento. En fin, las luchas por el control del Ayuntamiento local, habían llegado a un punto de no retorno.
La violencia y la intolerancia entre los diferentes partidos habían llegado al punto de que algunos ya no dudaban en recurrir al asesinato para lograr sus objetivos. Para la facción rival, Joaquín representaba un obstáculo insuperable, y su muerte fue vista como una medida extrema para silenciarlo.
Con el paso de los días, el pueblo se fue dividiendo entre quienes exigían justicia y quienes trataban de encontrar explicaciones en las leyendas.
El Bacá de Suna, ya fuera real o ficticio, seguía presente en la mente de muchos, pero lo cierto es que las tensiones políticas entre los bateyeros se habían desbordado.
La muerte de Joaquín reflejaba más que un crimen aislado, era una fractura profunda en la comunidad, una lucha que iba más allá de la política, de las elecciones y que tocaba los sentimientos y mentes de los habitantes del Batey.
Este asesinato se convirtió en un catalizador de un conflicto aún más vasto, cuyas repercusiones seguirían sintiéndose mucho después de que las cicatrices de esa madrugada se borraran de la memoria colectiva. Se mantendrían por décadas, quizás para siempre.
Mientras que El Bacá de Suna, con su imagen aterradora, mística y mítica era solo un símbolo de un conflicto mucho más grande, uno que seguiría dividiendo al Batey mucho tiempo después de que el recuerdo de esa madrugada se desvanezca..
POR JOEL HERASME MELO
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