EL BATEY CENTRAL, PROMESAS Y SUEÑOS COMPARTIDOS DE TRES AMIGOS
Las ruinas del Batey Central
El Batey Central, el pueblo que alguna vez había sido un lugar de promesas y sueños compartidos. Sin embargo, en los últimos años, la división política había desgarrado la comunidad. Las discusiones y disputas sobre el futuro del pueblo habían reemplazado las conversaciones amistosas y el espíritu de colaboración.
En una tarde nublada, tres amigos se reunieron en la Esquina del Play, un lugar que ha sido el corazón del pueblo. Entre ellos estaban Ricardo, un político que había estado al frente de uno de los bandos políticos; Francisco, un mecánico formado en la Escuela Técnica Vocacional y defensor de nobles causas, que hace años emigró a Sudamérica procurando mejor vida formando familia allá; y Julio, un ex empleado del Ingenio que emprendió un negocio, y que había tratado de mediar entre los comunitarios y líderes locales pero había encontrado poco éxito.
—Ricardo, Francisco gracias por venir —dijo Julio con un tono cansado, mientras se sentaba en la grada deteriorada del “Play”. Los tres amigos habían acordado encontrarse y compartir en la Esquina del Play (Estadio de Softbol municipal del pueblo).
Tenían el interés de continuar las conversaciones realizadas varios días atrás, en casa de Francisco con su llegada de Chile
El ambiente estaba cargado de tensión, como si el mismo entorno sintiera el peso de las divisiones que lo habían invadido a ellos y a muchos en el pueblo.
—No sé por qué nos molestamos en intentar arreglar esto —dijo Francisco con desánimo—. La gente ya ha tomado sus partidos. Cada vez que intentamos proponer algo, nos enfrentamos a una pared de resistencia.
Ricardo, con un aire de resignación, asentía. —Es cierto, Francisco. La política ha dividido a nuestra gente. Antes, todos trabajábamos juntos para hacer del Batey Central un lugar mejor. Ahora, todo se reduce a discutir quién tenía razón y qué político o partido es menos malo.
—Nos hemos olvidado de lo que realmente importa —intervino Julio—. Nuestro pueblo se está desmoronando, y lo único que hacemos es pelearnos por cuestiones que, al final del día, no están ayudando a nadie.
Ricardo suspiró, mirando alrededor. —Lo que solía ser El Batey ahora está todo dividido, los barrios están deteriorados, y las familias están enfrentadas. La gente se ha cegado por las pasiones politicas, la razón y entendimiento se han cerrado en sus mentes. La división política ha sido el golpe final.
Francisco miró a sus amigos con tristeza. —Recuerdo cuando todos veníamos al Play. Había fraternidad, había esperanza. Ahora, ni siquiera los niños juegan entre ellos. Las disputas han creado una grieta que parece imposible de cerrar.
—Y lo peor —dijo Julio— es que hemos perdido la fe en nuestra capacidad para resolverlo. Cada intento de reconciliación ha terminado en fracaso, y la gente se ha encasillado en sus posiciones sin considerar el bien común.
En ese momento el cielo se oscureció mientras el grupo hablaba, y una ligera llovizna comenzó a caer. Las gotas de lluvia caían lentamente sobre el pueblo, mezclándose con el polvo y desilusiones que se habían acumulado con el tiempo. Era un símbolo del desmoronamiento de lo que una vez fue un lugar ejemplo de cooperación mutua y solidaridad ciudadana.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Francisco con una mezcla de desesperanza y frustración.
Ricardo sacudió la cabeza, mirando hacia la pared central del Estadio de Softbol. —No lo sé. Quizás hemos llegado al punto en que la división es irreversible. La gente ha elegido sus bandos, y no parece haber una forma de unirnos nuevamente.
Julio asintió lentamente, consciente de la magnitud de la situación. —Podríamos intentar hacer algo a pequeña escala, pero no tengo mucha esperanza de que esto cambie las cosas de manera significativa. La división ya ha hecho demasiado daño.
Los tres amigos se quedaron en silencio, escuchando el sonido de la lluvia y el eco de sus propias palabras. La tristeza llenaba el aire, y el Batey Central, una vez vibrante y lleno de promesas, parecía sumido en un silencio que reflejaba su estado actual. La esperanza de una reconciliación y la visión de un futuro compartido se desvanecieron, dejando detrás un sentimiento de derrota
Con una última mirada a la esquina desierta, Ricardo, Francisco y Julio se levantaron, sabiendo que su querido Batey Central estaba condenado a ser un recordatorio triste de cómo la división política puede destruir incluso los sueños más fervientes de una comunidad. Con un suspiro colectivo, se alejaron, dejando atrás los recuerdos de lo que una vez fue un lugar admirado y con esperanza.
El Destino de los Tres Amigos
En el fragmentado pueblo del Batey Central, el futuro de los tres amigos tomaba caminos separados, reflejando la desolación y las luchas de su querido pueblo.
Francisco, con una determinación serena, decidió abandonar el Batey Central cuanto antes y regresar a Sudamérica. Allí había formado una familia y construido una vida en paz. Al partir, se llevó consigo un profundo sentimiento de tristeza, pero también una sensación de alivio al alejarse de la creciente discordia.
La decisión de Francisco no fue fácil; era un adiós a un lugar que había sido parte de su vida, pero el deseo de estar con su familia y continuar su vida en un entorno más estable pesó más. En su corazón, guardaba la esperanza de que algún día, el pueblo que había dejado atrás encontraría su camino y así establecerse junto a sus hijos y esposa en su tierra natal.
Ricardo, por otro lado, permaneció en el Batey Central, inmerso en la vida pública. Su discurso sobre desarrollo y progreso resonaba en actividades y manifestaciones, pero la realidad era más sombría. Los miembros de su partido político, en su mayoría, se enfocaban en obtener cargos públicos para recibir sus beneficios personales.
Las promesas de desarrollo y revitalización se desvanecieron en medio de una política centrada en recompensas individuales más que en el bienestar comunitario. Ricardo continuó luchando con su visión, pero cada vez más parecía un faro en la tormenta, su luz eclipsada por el egoísmo y la corrupción que dominaban el escenario político.
Julio, el más idealista de los tres, enfrentaba desafíos aún mayores. Con la esperanza de unir a los líderes comunitarios, pastores y personas de influencia, trabajaba incansablemente para superar la fragmentación política que había dividido al Batey Central.
Sin embargo, cada intento de colaboración se encontraba con la misma barrera: los intereses individuales y los alineamientos políticos diferentes. Los líderes, más preocupados por sus propias agendas y por mantener su poder dentro de sus respectivos grupos, estaban más inclinados a seguir sus propios caminos que a trabajar juntos por el bien común.
A pesar de sus esfuerzos, Julio se enfrentaba a un muro de indiferencia y desconfianza. Los conflictos entre facciones se profundizaban, y la falta de una visión unificada hacía que cada iniciativa para mejorar el pueblo quedara estancada. Cada conversación y cada reunión parecían terminar en estancamiento, y el optimismo inicial de Julio comenzaba a desvanecerse.
Con el tiempo, la realidad se volvía más dura para cada uno de ellos. Francisco encontraba consuelo en la cercanía de su familia, Ricardo luchaba contra un sistema que parecía implacable en su corrupción, y Julio se debatía entre la esperanza y la frustración, intentando superar la división que había arrasado con la cohesión comunitaria.
Los caminos de los tres amigos reflejaban el destino del Batey Central: una comunidad fragmentada y en crisis, con desafíos que parecían insuperables.
Aunque cada uno de ellos llevaba consigo sueños de cambio, la falta de unidad y el peso de los intereses individuales impedían que el pueblo encontrara el camino hacia un futuro mejor
En el fondo, la tristeza y el desencanto de sus esfuerzos dejaban una marca en sus corazones, mientras el Batey Central continuaba su marcha hacia un destino incierto, atrapado en las cicatrices de su pasado y las divisiones de su presente.
AUTOR CUENTO:
JOEL HERASME MELO
18 DE AGOSTO 2024
De nada vale querer cambiar el rumbo de una sociedad si no se aglutinan todos los esfuerzos en una sola idea de desarrollo común!
ResponderEliminarTitico nimia!
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